Bajando al infierno con Perséfone 🖤✨ – Día 5

El mito que nos guía
En la mitología griega, Perséfone es una de las figuras más enigmáticas y poderosas. Hija de Deméter, diosa de la agricultura y la fertilidad, Perséfone vivía como una doncella inocente llamada Kore, símbolo de pureza y primavera eterna.
Un día, mientras recogía flores en un campo, la tierra se abrió y emergió Hades, dios del inframundo, quien la raptó y la llevó a su reino subterráneo.
Deméter, desgarrada, buscó a su hija por todos los rincones de la tierra. En su dolor, detuvo el crecimiento de los frutos y las cosechas: el mundo entero se congeló en un invierno eterno. Finalmente, se pactó que Perséfone viviría parte del año con Hades en el inframundo, y parte con su madre en la superficie. Así nacieron las estaciones: cuando Perséfone está abajo, la tierra se enfría y muere; cuando regresa, la primavera florece de nuevo.
Más allá de lo agrícola, el mito nos habla del viaje de la psique humana: del paso de la inocencia a la sabiduría, del dolor a la transformación. Y es aquí donde comienza mi historia.

El día en que la tierra se abrió
Mi propio descenso al inframundo llegó el año en que falleció mi esposo Rafael. Ese fue el instante en que mi vida se partió en dos.
El shock: negar la mortalidad
Los primeros días fueron un estado de incredulidad total. Sí, había tristeza, pero también un extraño agradecimiento: la gratitud de haberlo conocido, de haber compartido con él, de todo lo que hizo y dejó en mí.
Era como vivir en una paradoja: el tiempo se detenía, pero el mundo seguía exigiéndome movimiento.
💻 Hiperproductividad como escudo
La sensación de haber sido arrancada la transformé en hiperproductividad. Tenía dos niños que cuidar y un legado que sostener. Apenas comenzaba mi vida profesional con un trabajo remoto y, al mismo tiempo, debía tomar las riendas del negocio que habíamos creado juntos.
“No había espacio para llorar. El duelo quedó suspendido, como un archivo pesado que guardas porque sabes que abrirlo te consumiría.”
La ira tardía
La ira no llegó de inmediato, sino después. No era contra Dios ni contra el destino: era un enojo que explotaba en mi día a día, contra mi entorno, por lo más mínimo. Un peatón que se atravesaba, un carro que iba muy despacio, una travesura de mis niños. Tuve fantasías de poner el pie en el ascelerador y arrasar con todo lo que tueviese delante.
Luego venía la culpa. Descubrí que mi infierno personal no era solo la ausencia de Rafael, sino también el monstruo interior que nacía de mi dolor.
El inframundo humano
La oscuridad más densa se manifestó en la maldad de ciertas personas cercanas a Rafael. En lugar de acompañarme, llegaron a arrebatarme todo en lo que trabajamos juntos durante una década: nuestro hogar, nuestro negocio, nuestra estabilidad.
Fue devastador. Pero también fue el lugar donde encontré mi intuición como brújula y mi red de apoyo como sostén. Y sobre todo, donde descubrí a la estratega que habitaba en mí.
Tomé decisiones difíciles: entregar la casa y los equipos de nuestra empresa. Pero ese desprendimiento me liberó. Soltar fue mi forma de romper los grilletes de la ira ajena.
“Al renunciar a lo que otros querían arrancarme, volé más alto de lo que jamás imaginé.”
El pacto con Hades: convertirme en gerente de mi vida
Jamás me sentí atrapada. Todo lo que hice fue porque quise. Siempre fui vaso medio lleno, y sabía que para todo existía una salida.
Con la ausencia de Rafael, honré a mi Ares alquimista: me convertí en gerente de mi vida.
No encuentro mejor expresión que esa: gerente de mi vida.
Entre la muerte y el florecimiento
En medio del dolor, logré terminar mi tesis y graduarme de ingeniero. Obtuve experiencia laboral trabajando para una empresa canadiense. Mis dos hijos terminaron su primaria. Todo eso me mantuvo a flote, como pequeñas islas en medio del océano del duelo.
Hoy, años después, siento que florezco de nuevo. Regresé a la casa de mi infancia como una mujer independiente, retomé la escritura y el teatro, me reconecté con mis pasiones, con mi identidad más profunda y eso me ha llenado de vida y energía.
Señales del más allá
Durante todo ese proceso, tuve experiencias paranormales relacionadas con Rafael. Aparatos que se encendían solos, mensajes de desconocidos, gestos inesperados. Todo me decía que él seguía conmigo, de otra manera.
Lo más impactante ocurrió cuando me mudé a una nueva oficina, después de entregar con dolor el local donde juntos habíamos construido nuestra empresa. Esa mudanza fue desgarradora, pero la vida me llevó a un lugar aún mejor: una oficina en una zona top de Caracas, conseguida casi mágicamente.
Tenía pánico de dejarlo atrás, estaba tan aferrado a su negocio que pensé que no se desprendería de ese espacio físico en el que entregó tanto y tuvo las mayores alegrías de su vida.
Mientras revisaba los cables de red que ya estaban instalados, entre las etiquetas identificadoras encontré una que decía: “Oficina Rafa”.
Ese detalle lo fue todo: una confirmación de que él seguía conmigo, acompañándome, trasladándose a donde yo fuera.
De Kore a Reina del Inframundo
Ese fue mi viaje con Perséfone. Dejé atrás a Kore, la doncella inocente, y abracé a la Reina del Inframundo, la mujer que conoce la oscuridad y que, aun así, puede renacer.
“Mi bruja interior despertó, mi intuición se agudizó y entendí que no todo lo visible es lo real.”
Si pudiera hablar con mi yo de aquel entonces, le diría:
“El tiempo y el espacio son solo una construcción humana. Rafael está en otra dimensión, pero seguimos compartiendo el mismo amor, bajo otra forma.”
Para quienes atraviesan su propio descenso
Si estás leyendo esto y sientes que tu mundo se derrumba, quiero decirte algo: no temas a tu descenso. El inframundo no es un castigo, es un espacio de transformación.
Al igual que Perséfone, puedes regresar con más sabiduría, con más fuerza, con más amor propio.
No te niegues a la oscuridad: transítala. Y recuerda que, al final, siempre habrá primavera.
🌑🌸 ¿Y tú, ya viviste tu propio descenso?
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