La mirada de Ártemis y sus símbolos – Día 2

La mirada de Ártemis y sus símbolos – Día 2

Hoy escribo con la certeza de que no importa lo pequeño que sea el avance, lo fundamental es que exista movimiento. A veces pienso que mi impulso quiere resultados inmediatos, pero cuando respiro y evoco a Ártemis, recuerdo que ella no se precipita. La diosa espera, observa, mide la distancia y el momento justo antes de soltar la flecha. Eso es lo que quiero aprender de ella: la paciencia activa, la fuerza que no se desgasta en la prisa, sino que se acumula para dar en el blanco. Este viaje que estoy emprendiendo no es de velocidad, sino de consistencia, y me gusta imaginarme cada día como un paso en el bosque, a la luz de la luna, con mi arco preparado.

En la mitología, Ártemis está rodeada de símbolos que hablan de la manera en que una meta se construye y se sostiene. Su arco y flechas son emblema de claridad y de enfoque: no hay espacio para lo disperso, sino para aquello que tiene verdadero sentido. El ciervo, animal sagrado que escapa de Heracles, me recuerda la belleza de lo que es ágil, puro y libre, y que perseguir un objetivo no siempre es cuestión de atraparlo rápido, sino de comprender su ritmo. La luna creciente en su frente es guía en la oscuridad, un recordatorio de que los ciclos forman parte del camino: hay días más luminosos y otros más sombríos, y en todos ellos hay sabiduría. El oso, fuerza protectora, me enseña que también puedo ser feroz en defensa de lo que quiero, mientras que el ciprés, árbol funerario y sagrado, conecta su presencia con lo eterno, con la capacidad de renacer en cada intento.

Todos estos símbolos son más que ornamentos de un mito: son espejos en los que puedo mirar mi proceso diario. El arco y las flechas me invitan a definir con claridad mis prioridades; el ciervo me habla de la gracia de avanzar, aunque sea lento; la luna me ayuda a aceptar mis cambios de ánimo sin juzgarme; el oso me sostiene cuando necesito defender mi espacio; y el ciprés me recuerda que la constancia crea raíces profundas. No se trata de disparar una flecha y acertar de inmediato, sino de confiar en que cada práctica cotidiana me afina como cazadora de mi propio destino.

Hoy, día 2, aprendí que lo esencial no es comenzar con fuerza desbordada, sino mantener la mirada firme en lo que quiero construir. Cada día puede ser una victoria si lo vivo con claridad y dirección. Si camino con Ártemis en mi interior, sé que incluso los pasos más pequeños se transforman en parte de un recorrido mayor. Por eso, elijo mantenerme atenta, sostener el arco, respirar, y confiar en que la flecha volará cuando tenga que volar.

👉 Hoy quiero invitarte a ti también: toma papel y lápiz y traza tres metas. No importa si parecen pequeñas, lo importante es que se conviertan en las flechas que guiarán tu camino. Escríbelas, míralas con claridad y comienza a caminar hacia ellas.